Título: La canción de Robinson
Páginas: 353
Ilustraciones: 95
Precio: $30.000
Para adquirir su ejemplar:
Teléfono: (300) 499 0431
También de venta en:
Librería Nacional -Cartagena-
El lunes 23 de septiembre de 1985 Colombia despertó con una de las noticias más trágicas en su historia deportiva: “Se ahogó el boxeador monteriano Robinson Pitalúa ayer, en Miami”. La primicia parecía mentira, demasiado trágica, despiadada. Pero era cierto. Y el país, que todavía celebraba el título mundial conquistado por Miguel “Happy” Lora en agosto, tuvo que cambiar alegría por tristeza, risas por lágrimas. Un cuarto de siglo después de ese lamentable suceso, cuando de aquellos tiempos sólo queda una inmensa cicatriz y casi a punto de tirarlo al implacable saco viejo del olvido, este autor se dio a la tarea de rescatar de la memoria de sus padres, familiares, amigos, compañeros de selección, novia, entrenadores y una miríada de archivos periodísticos y otras fuentes documentales, la vida de quien fuera el mejor boxeador aficionado de Colombia al comenzar la década del ochenta y la más firme esperanza del boxeo cafetero para alcanzar un nuevo fajín orbital.
Era sólo cuestión de tiempo, pues Robinson Pitalúa iba para campeón del mundo. Nadie lo puso en duda. Y ese era el consenso general. En Colombia lo aseguraban Alfonso Múnera Cabas, Orlando Pineda García, Fabio Poveda Márquez, Estewil Quesada. Y en Estados Unidos lo confirmaron Amilcar Brusa, Félix “Tuto” Zabala y The Ring Magazine. La obra que hoy pongo a consideración de los lectores, más que un tributo al boxeador, es un canto a la vida. Un canto a la vida profunda, para expresarlo con la lírica del poeta antioqueño Porfirio Barba Jacob. Una canción de seis estrofas, cada una como tributo a las seis peleas profesionales que alcanzó a realizar Robinson Pitalúa. Con más de noventa fotografías y con una extensión de 353 páginas, esta canción revive y perpetúa las proezas, angustias, luchas, triunfos y derrotas que marcaron los días intensos de Robinson Pitalúa el hombre, el boxeador, el ídolo.
Robinson Javier Pitalúa Támara tan sólo tenía 20 años cuando murió. Era, pues, un niño. Hoy es más el tiempo que lleva dormido que el que estuvo entre nosotros, pero el ser humano permanece vivo y queda como un valioso tesoro para las generaciones venideras. Dejo, pues, “La canción de Robinson” abierta para todo el que quiera cantarla. David Sainoz, mexicano él, oaxaqueño para más señas, amante de la buena música y lector despiadado, de esos que ya casi no existen porque la tecnología está acabando con todo lo que encuentra a su paso, leyó la biografía e hizo el siguiente comentario: “Tu libro es de esa clase de libros que uno se los quiere devorar y terminar de una sola sentada. Me puse a llorar como si hubiera muerto alguien con quien compartí mi vida, pero ni siquiera lo conocí. Yo no voy a cantar ápa, oa, sabroooooso, porque no soy de la onda cumbiambera, pero sí lo voy a cantar como lo haría un charro mexicano: ajúuuuuu, jijos del máiz, sabroooooso”.